Durante un tiempo los aduladores decían que yo conocía muy bien la pintura chilena, sin saber que esta rodeada de houdinis y falsificadores. Me llamaban para expertizar cuadros modernos embravecidos por el fragor de la apasionada batalla del pintor. Paso poco tiempo para que mi fama de experto se fuera a pique. Un artista me dio su criterio: “Si es feo, es mío, si es bello no es mío”. Me desconcertó con rabia.
De Valparaíso llego una supuesta pintura de Bororo: firmada, preciosa y extraordinariamente fea.
De color concho vino, y un escrito detrás en la tela; Concurso Colocadora de Valores, (1976).
Ese concurso lo gano José León Pregunte. Me dijo que le gano a esa precisa pintura.
Pasaron los días y me dijo lo contrario, que yo escuche mal, y que no se acordaba que dijo.
¡Que tal la teleserie del arte! Lo dijo Frank Arnau en 1959: “Es más fácil vender “un renombrado pintor”, intachablemente falsificado que la obra, buena y legitima, de un desconocido”.
La pintura era falsa y perdí mis ahorros de 2 meses. Quedo en mi casa, en un rincón del resentimiento y el asombro.
A la pregunta: ¿a donde van a parar las falsificaciones? Al sótano abandonado van a parar las falsificaciones. Es falsificada cuando la venden muy barata con un largo rollo mentiroso, aludiendo urgencia, y es dramático cuando grita el pintor “No es mi hijo, no es mi hijo mirando la pintura que le habían echado betún de zapatos sobre el original morado oscuro. Le sacaron el betún negro logrando el artista reconocer un hijo perdido.
Pienso quién coleccionaría pintura falsa y mala. Nadie. También los falsarios esperan que alguien caiga como un tonto ambicioso más. La revende para lucir su ego malvado, que a fin de cuentas proporciona dinero más fácil.
Quiero agregar mas asombros con la contestación del artista cuando le rogué que expertice 4 pinturas, porque para mi 2 eran falsas y 2 verdaderas: “No tengo tiempo solo paso por el lado de tu casa para ir a comprar pepas a la población Juan Antonio Ríos!”
Y la galería que representa al artista dijo ante un caballo de la plaza Manuel Rodríguez: “No. No. No ha pintado jamás caballos! Yo quede en un hoyo económico, y acudí a mi amigo pintor que más admiraba.
Obvio: se rió en mi cara, le encontró de inmediato la gracia cuando le conté el rollo. Se reía en mi cara.
Salimos ese día conversando de la libreta azul, la secreta información donde pusimos los nombres de los artistas falsificados desde Pacheco Altamirano al renombrado Roberto Matta.
Se van dando a conocer los falsificadores con soberbia, es una especie de rating. Y cada cierto tiempo aparecen cuadros falsos adjudicados a un deprimido artista argentino. Según yo, el falsificador argentino no existe, se quieren escapar por la tangente los falsarios chilenos.
En fin, me contó el cuento de quemarlo en su casa, con el tiempo supe que pintaba Balmes, Smithey, Benmayor y que empezó a asustarse con la conversación que había una investigación de la ley por medio. A estas alturas yo no podía creer el efecto tan dañino de la falsificación del arte.
Empecé a analizar mejor este tipo de audacia, revestida sobretodo de ofertas baratas de grabados y pasteles de Roberto Matta, y así crece la existencia de la red de houdinis y falsificadores.
Se turnan, dan vueltas en tour demostrando astucia. Son sarcásticos, burlones, astutos y reyes de los rumores. A los falsarios si alguien les pasa cuadros, simulan venderlo durante un tiempo, y luego los reproducen para sacarlos a la luz en otro tiempo. Finalmente se quedan con el dinero, timando a los incautos.
Ofrecen mas barato lo que es caro, signo de falsedad que no puede eludir la ambición del comprador.
No pueden ser muy caros, porque el engañado si es mucho dinero, puede buscar justicia procesal.
Se esfuman por una temporada y aparecen en otra. Se disfrazan de monjes redimidos, por tanto son gente nómada que se especializan en “tute”. Sus celulares no contestan, no pueden ser ubicados. Los más falsos que han subido de peldaño manejan pirulos autos de marca. Resbalan de señores educados que son.
La culpa la tiene la ley que no sabe estética, y no aclara que una copia es una falsedad delictual, que se tiñe de reproducción homenaje. Es una falsificación que se oculta de honor, que irracionalmente falsea la autoría de un genio.
Como creadores de este arte avispado que vive de crueles falsificaciones... han matado la pintura!
Existe “el transportista internacional”, que vive comprando “todo lo mejor de lo falso” a precio de huevo y lo ponen en otras ciudades, tanto en Chile como afuera del país.
En definitivas: los falsificadores de talento se creen copistas y reproductores autorizados.
Además pueden hacer un certificado perfecto y acreditado por su propio cuño. ¡Que tal!
Hacer pasar una cosa por otra es una cochina magia enferma.
Conclusiones: construyen su afán de lucro para paliar sus urgentes necesidades psicológicas.
Post Data al cielo: Te están falsificando Smithey!,
Comments
Post a Comment